jueves, 5 de abril de 2012

Rincones

Los rincones, esos espacios muertos donde se acumula vida microscópica y suelen esconderse los niños, atragantados de risa mientras juegan al escondite.
También pueden ser siniestros, quién no te dice que en ese lugar oscuro, lejos de la luz, no hay algo terrible acechando.
Las esquinas son lugares molestos; quitan amplitud a los lugares, se les descuida llenándose de suciedad, de olvido, de nada.
Pero a veces, son esos resquicios inaccesibles los que nos acogen.
Qué niño no ha tenido que huir de situaciones desagradables, y no ha terminado encontrando esa parte invisible, olvidada de todos, para refugiarse en ella; un desván, un sótano, un tragaluz, una escalera... Lugares mágicos donde leer, soñar, pensar, llorar y retener un rato la realidad, hasta que de nuevo tengamos ánimos para salir a esos cuartos limpios, soleados y sin pizca de misterio ni de calor.
Qué seríamos sin nuestros rincones, puede que almas convencionales que no habrían aprendido a crear un mundo propio ni a imaginar. No ha de ser tan malo, pues, haber tenido el dudoso privilegio de tener que buscarnos esos escondrijos, donde si hacemos memoria, hasta volvemos a ver, oler, escuchar cómo nos llaman los adultos, trayéndonos de vuelta a su mundo.
Menos mal que la infancia tiene rincones.

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