viernes, 14 de marzo de 2014

Bullicio

Desde un rinconcito se ve bien el mundo, al menos, se observa. 
Los ancianos tienden a asomarse a los balcones de sus casas, sobre todo ellas; pararse quietos, acodados en la barandilla, atentos a ese ir y venir del trasiego humano, donde quizá estuvieron mezclados de jóvenes, o puede que más tarde se unan a él para pasear, sentarse en los bancos o conversar con amigos que también dejaron su atalaya para distraer las horas un ratito, pasando a ser observados desde otros rincones, desde otros ojos.
Ver la vida moverse, bullir, habría de ser una de las ocupaciones diarias para entendernos cuando entremos en ella, cuando sintiéndonos atrapados en sus prisas, sepamos ralentizar y sentirla. 

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