jueves, 29 de octubre de 2009

El hilo de la madeja

Qué importantes son, a veces, algunas de las frases oídas al azar entre conversaciones ajenas o de alguien a quien nunca más volveremos a ver y que por haber coincidido con él, nos dirigió. Son palabras que necesitábamos escuchar y no lo sabíamos, pero que al oírlas nos llegan, iluminando una parte íntima que deseaba conocerlas. Agua sobre tierra hambrienta.

Cuando se está hecho un lío, sin saber qué camino coger, estancado, con la sensación de no ir a ninguna parte, una de las cosas que ayuda es dejar de pensar en el asunto y salirse de uno mismo. ¿Cómo? Hay varias maneras, dejando aparte las dañinas, cuento dos de ellas.

Una, que suele funcionar, es abrir un libro, el que sea, sin más, y dirigir los ojos a la página abierta para leer la frase que se quiera en ella. Lo que se lee ayuda. Es fácil de comprobar. Digamos que es una especie de I Ching casero, pero igual de efectivo.

Otra es la de echarse a la calle y estar bien atento a lo que dice la gente con la que te vas encontrando; difícil será que no escuches algo que te ayude a desenredar la madeja. Es así de simple. Al salirte de tu propio pensamiento viciado, al atender a otras palabras que no son las tuyas, comprobamos que nos marcan y señalan cómo estirar de ese hilo que no veíamos por el mero hecho de estar saturados de nosotros mismos.

El funcionamiento de estos recursos, que parecen cosa de magia, es de lo más prosaico y no sé si hago bien en desvelar el truco; la ilusión sólo lo es hasta que se le ve la trampa. Así que quien no quiera saberlo, que no siga leyendo. Es tan maravilloso creer que el conejo sale de la chistera, que ver dónde estaba y romper en mil pedazos el espejismo, a veces, no apetece nada.

Si sigues leyendo es que no te importa o necesitas confirmar que el sombrero de copa no crea conejillos solo. Pues no, como tampoco es que esa frase del libro o esas palabras escuchadas al azar estén ahí, esperándonos desde tiempos ancestrales; es el mismo entendimiento humano que necesita cerrarlo todo, acabar lo inacabado y encontrar sentido a lo que le rodea.
Así pues, se oye lo que se necesita oír y se ve lo que se quiere ver. Es decir si yo digo algo en voz alta, y tengo ante mí a más de una persona y les pido que me repitan qué recuerdan de mis palabras, cada uno me dirá justo lo más significativo para él; si uno tiene hambre o sueño o está deprimido, recordará mejor el contenido que haga referencia a esos temas. Y siempre, la mente, encuentra algo que sugiere lo que nos preocupa -ahí están los horóscopos, por ejemplo, siempre aciertan, aunque los intercambies-.

Si has continuado leyendo, no quiere decir que ahora no te funcione lo de leer en un libro aleatoriamente o escuchar indiscriminadamente, al contrario, sigue siendo un remedio perfecto para salirse de uno mismo y atender desde fuera lo que ya no conseguíamos decirnos desde dentro.

3 comentarios:

  1. Me parece muy peculiar tu blog; llege de forma casi accidental, me ha gustado y espero seguir leyendo mas y mas de tus escritos.


    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Lo he leído hasta el final. Es interesante.

    ResponderEliminar
  3. Que buena eres Eva! y cuanta razón hay en este fagmento. Kisses

    ResponderEliminar