miércoles, 14 de octubre de 2009

El Sexto Sentido

Según los neurólogos, el sexto sentido es el sentido de la proprioceptividad, es decir el dominio del propio cuerpo, de su equilibrio y manejo. Hay desórdenes en él, por suerte, no muy comunes, que nos desmadejan, convirtiéndonos en instrumentos inútiles, cáscaras deficientes que sólo a base de una gran fuerza de voluntad, logramos volver a manejar. A veces nunca.
Pero el sexto sentido al que quiero referirme, es el que se nombra popularmente: la intuición. Esa sensación más parecida a un cosquilleo incómodo, impertinente y tenaz que no nos abandona hasta que no le hacemos caso.

Todos sabemos lo que es, nadie se ha quedado sin experimentar esa desazón inquietante. Cuántas veces hemos respirado profundamente agradecidos por haber hecho caso a ese instinto irracional. Seguro que casi las mismas en las que nos habríamos dado a todos los diablos por no haberla seguido. “Lo sabía, mira que lo sabía. No tenía que haber hecho eso, ni llamado a ese, ni comprado lo otro. Lo sabía”. O por el contrario: “Si es que algo me avisaba que tenía que ir, hacer, no hacer, ir, tomar, llamar…”.

Sí, la intuición existe. Es verdad que hay gente que tiene más que otra. Las hay que parecen inmunes a semejante don, que no saben leer las circunstancias más allá de sus narices y que no atan cabos ni deducen actuaciones así las maten: falta de observación, de curiosidad o empatía. Porque creo que la base de la intuición es directamente proporcional a la capacidad de la persona en atender los detalles, los estados de ánimo de los demás, y a la imaginación. Los dos primeros nos dan los datos empíricos en bruto, sin analizar aún, sólo han quedado dentro, y la segunda, nos ayuda a idear las posibles acciones que pueden darse bajo esas circunstancias. Ahí está nuestra intuición.

La femenina tiene fama, y eso ratifica la teoría, ya que suelen ser más observadoras, más detallistas y más dadas a la reflexión que los hombres, que suelen hacer y luego ver que han hecho.

Es una buena arma, tanto de defensa como de ataque, solemos apoyarnos en ella más de lo que creemos; hablamos con éste y no con el otro, vamos aquí y no allí, escogemos esto y no lo de más allá. Percibimos el ambiente sin ser del todo conscientes y nos movemos por él.
Lo malo es cuando se estropea, cuando la intuición que teníamos en un sentido o en otro, desbarra por completo.

Cuando esa brújula deja de marcar el norte y nos deja a solas en la oscuridad de la incertidumbre. ¿Qué hay que hacer entonces? ¿Existe un octavo sentido que venga a rescatarnos?
Debería.

1 comentario:

  1. La intuición ayuda, sí, pero sería mejor una bola de cristal.

    Como decía Woody Allen, al final, lo que realmente ayuda, es la suerte.

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