jueves, 22 de octubre de 2009

Fiebre

Cuando uno se encuentra mal, el mundo cotidiano se vuelve del revés; lo que se hace casi sin pensar, ahora se lo piensa uno mucho antes de hacerlo.
Cómo cuesta levantarse, salir de la cama, arrastrarse por la casa, mirar si hay algo en la nevera para no tener que salir, saqueando la despensa como en tiempos de guerra.
Si no es una enfermedad demasiado grave, no nos decidimos a parar la actividad, así que ponerse a ella es una tortura lacerante y además se tiene la sensación de que no está saliendo bien, así juntamos el dolor corporal con el psicológico, para ayudarnos a llevar mejor el tema.

Si logramos sobrellevar la mañana y hay suerte de estar solos, es decir que no dependa nadie de nosotros, que no es lo normal, nos ahorramos el esfuerzo sobrehumano de atenderlos. Al atardecer, cuando encima sube la fiebre, y ya cansados de encontrarnos mal, aún nos duele todo más, empezamos con los pensamientos sombríos. Hay que alejarlos rápidamente, como quien espanta moscas, agitando mucho la mano por todas partes, para que se vayan.
No hay día que dure más que los afiebrados, en los que se intenta hacer vida normal sin estarlo, todo pesa; manos, pies, abrir los ojos. El tiempo no pasa. Te acuestas, envolviéndote en mantas y sueños extraños que te dan la sensación de que no has dormido nada. Miras el reloj y ves que sí, que ha pasado parte de la tarde, pero que todavía queda. Levantas el cuerpo, le das algo para rebajar la fiebre, que no paras de comprobar a ver si ya se va, pero no, queda para rato.
Intentas distraerte con lo que sea, pero todo cansa, te vuelves a tumbar, cierras lo ojos, pero esta vez sin suerte. Desficioso, te llevas a la cocina, no paras de beber, anticipas una cena chapucera y aunque es aún pronto, das el día por acabado y te acuestas.

Y si un día de fiebre es largo, no lo es nada al lado de la noche. Se dan vueltas y más vueltas, se caen mantas que antes quisimos por estar helados y luego rechazamos por lo que nos hacían sudar, es como si la temperatura corporal estuviera estropeada. Y esa sensación de que no se está descansando, de que no se pega ojo.

Pero como siempre, todo acaba, y una mañana, te despiertas sin esa sensación de plomo en el ánimo y de dolor en los huesos; estás bien. La salud ha vuelto y ya sin echarla de menos, vives los días sin recordar lo mucho que la extrañaste.

Qué triste que sólo en su ausencia se valore lo más importante.

2 comentarios:

  1. Despues de tus indicaciones me ha resultado facil escribirte a lo dicho me parece genial este fragmento pues a todos nio ha pasado alguna vez en la vida y hemos tenido exactameente esta experiencia que expresandola tu se vuelve a sentir es genial y es una pena que este expuesta a toda clase de gentes tu ya me entiendes los acentos y comas te las imaginas pues sino te vas a asfixiar

    Mª JOSE

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  2. Viva la salud!y para nosotras el doble.Te quiere saludable la ely

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