martes, 6 de octubre de 2009

La ilusión de la compañía

La soledad, ese estado al que estamos abocados siempre, esa intimidad que tantos rechazan y a tantos asusta, a la que intentamos llenar de ruido para no oírla hasta que clama bien alto y sus gritos nos hacen plantearnos qué le pasa, qué quiere, qué ha de decirnos.

En realidad siempre estamos solos, aun rodeados de personas, a veces más solos en compañía que sin ella. Las grandes decisiones, fracasos, éxitos y cambios, dolores y alegrías las pasamos con nosotros, a solas con nuestro yo más profundo, con las ideas en ebullición y los anhelos vivos. Sólo una vez asimilado nos gusta compartirlo con alguien, entonces puede que si tenemos la suerte de estar al lado de la persona adecuada esa soledad sea compartida, enriquecida, serena.

Estar en medio del bullicio, ya sea de actividades, eventos, grupos, no acaba de llenarnos si nos hemos dejado fuera, es decir, si lo que queremos de ellos es alejarnos de esa soledad, de ese yo, de esa fuerza interior que necesita mimos, trabajo, comprensión. Entonces es cuando más solos estamos.

Encontrarnos con nosotros mismos, no rehuirnos, aceptar la base de esa soledad es básico para movernos, crear o ir viviendo el día a día plenamente. Y aún así, una vez en casa, dejado atrás el jaleo y la compañía, lo único que viene a saludarnos es ese vacío lleno de nuestra parte más íntima: la soledad. La gente la distrae con la radio, la televisión que encienden nada más pisar el salón o tiene animales domésticos que vienen a recibirlos o una familia que vive a su lado. Ayuda, que duda cabe, es tiempo compartido con aquellos a quienes se han elegido para estar.

Pero no nos equivoquemos, todo sigue siendo una ilusión, la de la compañía.
No nos puede evitar buscarnos en silencio para entendernos, para más tarde poder disfrutar de los que queremos, a quienes quisimos tener al lado, con quienes la soledad se mitiga, y a los que aliviamos las suyas.

Qué difícil ser uno mismo, y más en compañía sincera. Pero si se logra, no hay nada mejor: la soledad compartida, la seguridad de que te entienden, a veces, más que tú mismo, y lo que de ellos recibes, es lo mejor: la ayuda a ser quien eres, tú en tu silencio con tus pensamientos únicos, y al mismo tiempo de todos y cada uno de nosotros, porque en el fondo, estamos solos. Quién no lo está.

2 comentarios:

  1. Es muy complicado llegar a conocerse uno mismo, pero es fundamental aplicarse para conseguirlo.La soledad es fundamental en este proceso. Si logras reconocerte, definir de manera somera tus rasgos, y aceptar también, tu lado oscuro, la soledad lejos de erigirse en el enemigo, se alía contigo.
    Es necesaria.
    Luego, queremos la compañía para hacer partícipes a los demás del yo que hemos encontrado.

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  2. Está muy bien estar solo, muchas veces es necesario, pero es muy triste sentirse solo. Son dos cosas muy diferentes.

    Siempre tenemos a alguien dentro de nosotros, al menos, para evitar la segunda de estas soledades.

    Besos.

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