sábado, 31 de marzo de 2012

Relato. 3 Parte. El Carillón

-¿Lo quiere con dos terrones? -mientras Félix había estado abstraído, Elisa, diligente, había preparado la merienda, colocándola en una primorosa camarera, la pregunta se la hizo mientras acababa de ubicarla en el centro del salón, todavía tintineando las tazas sobre sus platillos, la lechera junto a la cafetera y un montón de pastitas en una caja de latón muy florida. Elisa estaba con la cucharilla dentro del azucarero esperando su respuesta.
-No, gracias, lo tomo solo.
-¡Uf, qué amargo! Yo no sé cómo puede, mi padre, que en paz descanse, también se lo tomaba así, sin azúcar, para compensar, sin embargo, mi madre y yo nos ponemos tanta que casi parece azúcar con café. -Elisa se rió de su ocurrencia, tantas veces dicha en situaciones idénticas, pero de qué si no iban a hablar un detective y una señora de mediana edad para romper el hielo. Félix se le unió a la risa. En esos momentos se escuchó la voz de la madre.
-Elisa, ¿ya está la merienda?
-Sí, madre.
-¿Qué reloj he de coger, hija?
-Acuérdese, madre, el de la cinta roja.
-¡Ah!, ya lo tengo.
-Discúlpeme un momento, voy a ayudarla. Le he de recordar que está usted aquí. -Elisa salió de la salita.
-Madre, póngase esta mañanita que el saloncito está destemplado, así, con cuidado. 
-Cogí bien el reloj, ¿verdad? -su hija miró hacia la mesita y vio que efectivamente, de entre todos, había elegido el correcto.
-Sí, madre, acuérdese, el rojo marca las seis, la hora de la merienda. 
-Ya, hija, ya. ¿Con quién hablabas?
-Con ese señor que quería preguntar por Sarita. Es muy amable, le va a gustar, ya verá.
-¿Era él el que llamé hace un ratito?
-Sí, claro.
-¿Ya le has ofrecido de merendar?
-Claro, mamá, y ¿sabe qué?, se toma el café como padre, sin azúcar.
Andaban por el pasillo mientras hablaban. Una apoyada en la otra y las dos a la vez, sonriendo con la complicidad que dan los recuerdos compartidos.

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