Los
seres fantásticos, tanto los que nos asustan como los que nos acompañan y
ayudan, a pesar de cambiar de apariencia según las culturas o las
épocas, se mantienen igual en el fondo: son seres que llegan a donde no
llegamos, saben lo que apenas intuimos y nos dan esperanza. La esperanza
de que lo mortal no es lo único posible.
Los fantasmas nos
muestran el otro lado, las meigas preparan las pócimas que allanarán
caminos, las hadas nos protegen, los monstruos nos dan poder sobre la
muerte al vencerlos, ya que no hemos creado a ninguno invulnerable; para
eso está el ajo, el sol, las estacas, las balas de plata, la tierra
sagrada, el agua bendita. No somos tan tontos, si ideamos un Mal
buscamos la forma de neutralizarlo, de encontrarnos poderosos con
nuestros pobres recursos, como los niños al jugar en algo peligroso que
siempre tienen establecido un punto seguro, uno en el que eres
invulnerable.
Necesitamos saber que no slo estamos acompañados
más allá de lo terrenal, sino que somos más libres que lo dispuesto por
las circunstancias que nos acotan. Para eso existen los fantasmas; nos
muestran esa dimensión necesaria para proyectarnos fuera de nuestro
miedo básico: No sobrevivirnos.
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