sábado, 30 de marzo de 2013

Asimetrías

Hay gente, suelta y en grupos, que tiende a dar por sentado que se le hagan favores. 
Es una actitud que no se sabe reconocer al principio, solo notas que algo falla cuando te acercas a ellos.
Cuando van en grupo, normalmente dentro de algún grupúsculo religioso, se sienten con el privilegio de que los demás les hagan favores sin sentir la necesidad de la reciprocidad; es lo normal, a ellos se les da; el resto está ahí para eso. 
Es una actitud, que cuando la descubres, la reconoces enseguida. La altivez del amo. Viven la amistad y las relaciones desde la asimetría absoluta del tú estás aquí para servirme, basada en una convivencia grupal de lazos de favores, pero solo entre ellos, entre su propia secta: los demás, como mucho, podemos ofrecerles cosas, ellos nunca a nosotros, los que estamos fuera. Solo faltaría.
Bueno, ahí están.
Los que van por libre también tienen esa actitud de complacencia y falta total de simetría: son personas que no saben devolver sonrisas, ni favores, ni llamadas, ni cariño: solo acaparar lo que les den, elegir entre quienes se les acercan y fomentar el acercamiento de los que les dan lo que quieren en esos momentos, para más tarde, despreciarlos sin más; ya no les sirve.
Es peligroso confundirse con ellas, creerlas amigas, intentar no fallarles. La amistad es algo más profundo y sobre todo, algo menos egoísta.
Dar sin recibir, recibir sin dar es un peso muerto que aplasta a quienes juegan es juego.

jueves, 28 de marzo de 2013

Hacer no es decir

Cuánta gente dice que hará, y cuántos se quedan es eso, en palabras. 
No dejo de escuchar planes, objetivos, proyectos y tal como me los cuentan ves que no saldrán, que se quedarán en esa mesa, en ese instante y es que los que los que lo están contando no van a hacer el esfuerzo de realizarlas.
Se creen que lo harán, no hay duda, pero se sabe que al mínimo obstáculo, al primer esfuerzo más allá de ese instante, lo dejarán. 
Lo divertido es ver las excusas que se ponen, que nos cuentan más tarde, cuando preguntas por esos planes... es que..., fíjate que..., nada. No hay nada que hacer. Meras palabras sin peso. Ilusiones sin proyección.
Porque hacer no es decir, es hacer. Y la única manera de hacer es agarrar paciencia, disciplina, voluntad blindada y no desanimarse al comprobar que lo que uno creyó fácil, comprueba a cada paso, que no solo no lo es, sino que se desmoronan al mojarse con la realidad.
Solo si superas la realidad, se cumplen los sueños. Soñar tiene los riesgos del despertar.

martes, 26 de marzo de 2013

Cuentos

Los cuentos para niños suelen comenzar por un "érase una vez" o "érase que se era", incluso "hacía muchos años"... todas ellas meras fórmulas para situar la acción en un pasado lejano, tanto, que ninguno pueda pensar que lo que les van a contar se parece en algo a sus vidas cotidianas; así las princesas y dragones, reyes destronados, casas de chocolate, ogros malvados, brujas inmisericordes serán seres de otras dimensiones, realidades que no interfieran con las suyas. Pero lo hacen, a los pequeños esas criaturas les son tan cercanas como el mismo narrador, cierran sus ojos, o los abren, y se meten de lleno en ese tiempo pretérito que no les protege el presente. Los duendes y fantasmas conviven con los vecinos y porteros, ogros y trasgos se sientan junto a tíos y abuelas, los niños perdidos no son más extraños que los propios amigos, y ese intento de alejarlos de los sueños, no solo no tiene éxito sino que aún crea una atmósfera de misterio intemporal más real que el reloj que marca la hora de la merienda o del cuento.

sábado, 23 de marzo de 2013

Engaños

Solemos creernos lo que nos dicen, es parte de la economía que usa el cerebro; esos caminos cortos que utiliza para no sobrecargarse: los sesgos, que básicamente clasifican la información excesiva que lo rodea de una manera muy particular. El sesgo de autoridad, hace que tendamos a creernos todo lo que venga de alguien a quien le demos esa facultad, ya se por cargo, vestimenta o lo que sea que nos imponga.
También está el sesgo halo, donde damos a la persona, por extensión, virtudes que no posee sólo por el hecho de que tenga una.
En la mente individual se dan docenas de sesgos que hacen que la realidad sea distinta para cada cual, por eso es tan difícil coincidir en dos versiones parecidas de un mismo hecho, por eso, y porque también por economía, tendemos a no comprobar si la información es o no verdadera, no falsamos, y eso nos lleva a errar más de lo que querríamos.
La mente se defiende de la sobrecarga, pero la personalidad ha de ser más lista y exigirle más; pensemos más allá de lo que creemos. Funciona.

jueves, 21 de marzo de 2013

Relato, 6 y última Parte, La cena


Nadie había subido a ver a la madre, anciana inválida, que desde arriba se enteraba de todo, porque sus facultades mentales estaban intactas. No era la primera vez que era testigo de semejante sangría. Su mente estaba tan lúcida como maltrecho su cuerpo. Pidió a Elena, la sirviente, una chica dulce y educada que la cuidaba, que la incorporase un poco, y abriera la puerta para poder escucharles. “¡Ay, hija! De verdad que me apena que tengas que oír esto”. “No se preocupe, señora”. Y disimulaba, como si los que estaban sacándose los ojos no fueran carne y sangre de la anciana cariñosa y amable con la que pasaba las tardes, leyéndola, sacándola a pasear y aprendiendo de las anécdotas que ninguno de sus nietos quiso ser depositario. “Anda cierra ya. Aburren, siempre con lo mismo”. “Si”, “¿Quieres jugar un rato a las cartas? Con este ruido me será imposible dormir”.  “Vale, buena idea. ¿a qué le apetece jugar?” “A la canasta, ¿quieres?” “Sí”. Y Elena, cerró la puerta, cogió la baraja del cajón de la mesita y empezó a repartir.
La anciana la miraba con cariño y respeto. Estaba tan a gusto con esa joven llena de vida, ganas de aprender; le había aconsejado estudiar y ella, ilusionada le preguntó si valdría, “Claro que sí, preciosa.  Yo te ayudaré”. Y se matriculó, y entre las dos estudiaban para los exámenes, visitaban museos y cines.
 “Qué cariñosa es ¾se decía, como muchas otras veces, cuando la observaba moverse, atenderla, estudiar concentrada¾. Cuánto se va a sorprender, y no sólo ella, cuando se lea mi testamento y sepa que se lo dejé todo.”
“¿Tiene buena jugada, señora? No para de sonreír, seguro que tiene una buena baza y gana”.
“Seguro, no lo dudes, pequeña. Seguro”.



miércoles, 20 de marzo de 2013

Relato, 5 Parte, La cena


Y como todo llega, su mujer abrió la boca, en pleno helado de fresa y nata con sirope, para decirles lo que habían venido a escuchar, y de lo que se habían protegido desde casa. “Bueno, ya sabéis que mamá… “ No pudo decir más, las defensas preparadas de antemano surgieron a la vez. Un guirigay de palabras entrecruzadas ininteligibles, pero predecibles, clamaron al unísono, donde “no pienso ceder más”, “no creas que vas a poder abusar así”, “pues llévala a un geriátrico”, “al menos así, sabremos dónde va el dinero”, retumbó por el salón, amargando el helado que se derretía, indefenso, en los platos.

El marido, agobiado, callado, encontró en su cuñado, el segundón, y la mujer de Alejandro, su misma actitud. Miraban hacia todos los lados posibles, disimulando que estaban ahí. Los primos, callados, sin haber encontrado un punto de complicidad entre ellos, se habían cerrado al entorno y cada uno se martirizaba por no haber podido cumplir sus planes. El resto se había lanzado a una batalla campal pertrechados con todas las armas y actitud del vencedor: nadie iba a ceder. “Qué lástima de cena”. Y se dedicó, con la cuchara, a dibujar en el plato, con el resto de la fresa ablandada, rayas y círculos.
En el fragor de la batalla, se sacó el tema del testamento, de la herencia, de las partes que tocarían a unos y a otros. Su mujer enarbolaba que si no le pagaban más, ella debería tener más parte; los demás arremetían con furia calculada sobre esa proposición y los otros, cada vez más empequeñecidos, se dirigían unas sonrisas tímidas y avergonzadas de quien conoce al causante de alguna vergüenza pública.

martes, 19 de marzo de 2013

Relato, 4 Parte, La cena


“Tu hermana es una arpía”. “¿Y qué quieres que haga?” “Pues no vayas”. “Mujer, he de ir, quédate tú si no te apetece, pero mamá… “ “Sí, claro, la excusa ideal. Sabes perfectamente lo que quiere; más dinero, y yo no estoy dispuesta”. Alberto hastiado, cansado de la eterna conversación, intentó ponerse en su sitio, uno que había perdido antes de ocuparlo. “Pues no vengas”. “Sí, eso, y así te podrá ningunear y sacarte más dinero para cuidarla. De eso nada, voy contigo”. Y le dio el día, el viaje en coche y no cambió de actitud hasta que le abrieron la puerta en casa de la hermana. Saludó a la cuñada con una gran sonrisa y empezó a alabar las mejoras de la decoración con una ironía hiriente que era imposible que pasara desapercibida. Temía la vuelta a casa. Él se acercó a su cuñado, y dándole la mano, se fueron al jardín a no decirse nada, después de darle dos besos a la huraña de su sobrina que decepcionada comprobó que no era el primo quien había llamado al timbre.


Alejandro fue el tercero en llegar junto con sus padres, los tres más bien callados, y con una tensión que se podía cortar, entraron para completar el número de asistentes a la cena. Saludaron al resto y la anfitriona, con la sonrisa falsa y nerviosa pegada a los labios, que se le había puesto desde el primer timbrazo, ordenó a Elena, la chica interna, que sirviese la cena. Dijo dónde tenían que sentarse todos y una vez colocados, tras el ajetreo de sillas y servilletas desplegadas, dejó que un silencio incómodo y espeso se instalase entre todos. Los entrantes, unos fiambres comprados para la ocasión, ayudó, al menos, a tenerles ocupados. Las primeras frases se gastaron en albar la cena, no con gran entusiasmo, ya que lo que se servía tampoco era para tanto, pero  rompió el silencio denso para ocuparlo por un silencio más ligero.
Santiago sudaba a medida que iban acabando los platos, conocía a su mujer y sus sonrisas falsas no le engañaban, suponiendo que a los demás tampoco. A su lado estaba el hermano mayor de su mujer, Alejandro, que serio, se limpiaba la boca tras haber mojando en la salsa; tenía la actitud del cazador avezado que no se va a dejar sorprender por la presa, a pesar de lo mucho que cueste tenerla a tiro, sabedor de que no va a errar. Su mujer, Carmela, una coqueta insustancial, tan estúpida como a simple vista parece, le miraba de allá para cuando, con el miedo de quien tiene una orden que cumplir y no sabe si meterá la pata, si será capaz de llevarla a cabo; observaba todo con sus ojos agrandados por el excesivo maquillaje que no cubría completamente las imperfecciones y signos evidentes de una edad que quería ocultar. El hijo, guapo pero insulso, no seguía para nada los intentos de Sara para conversar, haciendo que la muchacha quedase patética al reírse sola de sus propios comentarios. Al lado de su hija, sentada con la rigidez que la caracterizaba, estaba su cuñada, con la cara de quien no va a dejar pasar ni una. Llevándose a la boca la cena como si estuviera envenenada. “Una lástima de cena”. Suspiró y deseó que no fuese demasiado catastrófico el desenlace.

lunes, 18 de marzo de 2013

Relato, 3 Parte. La cena

No era Alejandro, sino la tía Marisa con su marido, Alberto. Era la pequeña, aunque a estas alturas, con los cincuenta bien cumplidos, quedaba ridículo que lo estuviese recordando continuamente, no tuvo hijos, “Por egoísta, y ahora mira, más sola que la una” decía siempre con un reproche y una maldición velada, que el marido nunca acabó de entender de su mujer, la anfitriona de la cena. Eran cuatro hermanos, dos chicas; Marisa y ella, Marta, y dos chicos; Alejandro, el mayor y Andrés el segundón, como despectivamente le llamaba también su mujer; “Ése nunca hará nada, ya verás” y de nuevo le sumía en la atmósfera amarga con la que rodeaba a la familia, “Son todos unos don nadies que se creen dioses. Siempre criticando y dándose aires, y diciendo qué se ha de hacer; ellos los perfectos, y mira, ¿quién es la que se ha quedado a mamá? ¿Quién es la que carga con todo? ¡Ellos no, claro!, ellos sólo saben criticar y escurrir el bulto. ¡Pues se acabó! Ya estoy harta”. “Vale, cariño, tranquila, no te sulfures. Haz lo que tengas que hacer”. y se marchaba con el periódico al jardín, esperando que se le pasara el enfado, sabiendo que hasta la siguiente factura aguantaría sin despotricar. Por eso le extrañó tanto que así, en frío, le dijera, camuflado en consulta, que iba a dar una cena para  los hermanos. “¿Cómo lo ves, cielo?”  Y él que sabía cómo tenía que verlo, le dijo que “adelante, cariño, seguro que es una buena idea”. Y sin más, viéndola contenta tras la inútil aprobación, se olvidó. Hasta hoy; el día de la cena.

domingo, 17 de marzo de 2013

Relato, 2 Parte. La cena

“Ve a ver cómo está la abuela, anda”. Y sin molestarse, para nada, en articular algo inteligible, salió del comedor escaleras arriba para tumbarse en la cama, por supuesto, sin cumplir el encargo. “¡Qué fastidio!” Y cogió el teléfono para amargarse con los detalles de la cita a la que no podía asistir, cosa en la que le ayudaba con sumo placer la amiga a quien llamaba; “Qué pena que no vengas hoy, precisamente, que vienen todos”.  Con esa frase daba un interés a la reunión que, de ningún modo, tenía: sería una tarde más, donde la gente se aburriría como siempre, pero la ausencia de la joven daría brillo y al menos durante un rato, habría tema para comentar. Sara, estuvo haciéndose mala sangre al teléfono hasta que el primer timbrazo indicó que al menos alguien, había aceptado la invitación de mamá. Se sobresaltó, colgó y abrió el armario para buscar qué traje ponerse; una cosa era ser una víctima de las circunstancias y otra bien distinta no estar presentable. Además, a lo mejor venía Alejandro. Incluso puede que fuese él quien había llamado. Se metió en el cuarto de baño y empezó a arreglarse a toda prisa.

sábado, 16 de marzo de 2013

Relato, 1 Parte. La cena

“¿Está todo preparado?” La pregunta hecha cientos de veces esa tarde recorrió la casa y obtuvo tres respuestas afirmativas cansadas de repetirse y al unísono. “Sí, señora”; “Sí, mamá”; “Sí, cariño”.  A pesar de oírlas, no las escuchó, y la mujer siguió con la actividad inútil de quién no sabe qué hacer y quiere hacerlo todo. “¿Qué hora es ya?” “Las siete” “Dios mío, qué tarde, ¿cómo es que aún no ha venido nadie?” No hubo respuesta; estaban cansados y todavía no había ni empezado la cena. Una cena incómoda tanto para los que estaban en casa como para los que no habían llegado. “No es una buena idea, cielo, piénsalo bien. No va a funcionar”. Pero el sentido común del marido no tenía ascendente sobre su esposa, que cuando se empeñaba en algo, no había más que hacer. “Tenemos que reunirnos, es imprescindible. Nadie quiere responsabilizarse y yo estoy harta que me den largas. Sabes que es necesario: todo ha de quedar claro antes de que mamá… “ y en ese punto, invariablemente se paraba. No le gustaba ni le parecía delicado acabar lo obvio. Había aprendido a vivir sin enfrentarse a lo desagradable, si podía evitarlo. “Sigo creyendo que no es una buena idea.” Dijo Santiago, más por costumbre que por reivindicar su postura ya que pocas veces, más allá de la mera cortesía en preguntarle, se le escuchaba la respuesta. “Por Dios, qué tarde”. Y corriendo de un lado al otro del comedor intentaba que el tiempo hiciera lo mismo. La hija, cansada y de mal humor porque esa noche la obligaban a estar en casa, habiendo tenido que anular una cita con sus amigos, decidió hacer patente su disconformidad por todos los medios posibles; no contestando, hasta que el peligro de una bofetada era inminente, no ayudando en nada a fuerza de ser incompetente en cualquier encargo, estar sin arreglar, y ahora, a punto de que empezasen a llegar, irse a su cuarto. No quería estar allí. Se sentía víctima y arrastraba su desdén en un silencio que ella pensaba digno y contestando con unos monosílabos más parecidos a gruñidos que a respuestas.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Engaños

Es divertido, a la vez que un poco triste, ver cómo siempre han exisistido listillos que juegan con la ingenuidad de la gente y se aprovechan de ella para colar productos de pacotilla.
Uno de los iconos del Lejano Oeste, indiscutible, es el vendedor ambulante, ese mercachifle que intenta vender a la gente elixires milagrosos que todo lo curaban, ya fuera la calvicie, la gripe, la obesidad. Ahí están, clamando su mercancía junto con sus ganchos entre el crédulo público, que picaba y se llevaba todas las botellas que podían.
No retrocedo a las curas milagrosas de meigas ni hechiceras, pero ahí queda dicho. Desde que el mundo es mundo, se intenta el engaño.
Y ahora en pleno siglo XXI no iba a ser el final. Los anuncios increíbles, tanto en prensa, como en televisión y ordenador -que se note, al menos en la difusión, que estamos avanzados-, se sigue intentando vender timos: que si esto te hará más joven, más delgada, corta mejor, pinta sin manchas, calienta en invierno, cura en verano..., seguimos bombardeados por los mismos embaucadores de antes, y sí, siguen vendiendo.
Es que claro, quién pude resistirse a creer en los sueños, a que por el módico precio de tanto, se consiga lo que la voluntad o las circunstancias nos lo pone difícil... somos fáciles de engañar porque queremos creer que no es un engaño. Solo un sueño cumplido.

lunes, 11 de marzo de 2013

Fábulas

Lo que nos une, desde el primer fuego hasta ahora, es escuchar historias, unos las cuentan, los demás escuchan y las vuelven a narrar.
Siempre nos han atraído: es la base de cualquier arte; todos cuentan, todos son historias de luz, color, palabras, melodías.
Nos movemos entre narraciones, las de la calle, los amigos, los libros, el cine, las nuestras que inventamos... no sabemos vivir sin ellas. Nadie ha pasado jamás ni un solo día sin un relato, nunca. La mente humana necesita de ellas, las emociones, los pensamientos, los sueños, los actos, todos son reflejos de esas historias, las que nos van configurando y dando pautas. Ellas nos crían, nos sostienen y nos acompañan. La red social está tejida de ellas. Nos encanta que nos sorprendan. Y aquí va un ejemplo.
Un día, dos padres, uno rico y otro pobre, llevaron a la cima de la montaña a sus hijos aún pequeños: el primero situándole donde pudiera ver bien, le dijo contento: Mira, un día de estos todo esto será tuyo.
El segundo, subió al hijo y asegurándose que viera bien, dijo feliz: Mira.

sábado, 9 de marzo de 2013

Cafés compartidos

Cafés, conversaciones, humo, palabras, risas, paseos. Vidas que se encuentran, momentos inmortales que construyen la base para nuevos cafés, conversaciones, risas, paseos.
Unos vienen, otros se van, a veces para siempre, y aún así en esa ausencia, nunca acaban de desaparecer. Encuentros fortuitos, lazos fuertes, relaciones superficiales, amistades imprescindibles, gente. Y nosotros mismos somos gente para la gente, siendo parte de ella. Nuevas experiencias que nos sorprenden porque podrían habernos ocurrido a nosotros, abriéndonos los ojos a cirucunstancias lejanas a las nuestras. Atentos, no queremos perdernos palabra, risa, sorbo, paso.
Compartir, engañar a la soledad, buscar la compañía de los que nos son gratos. El cosquilleo agradable del encuentro previo, la sonrisa que se nos escapa al vislumbrarlos de lejos, la risa franca en el encuentro. Maravillosa sensación estar a su lado. Hay personas especiales que nos tocan todas las cuerdas; que hermosa melodía. Que especial te sientes. Qué difícil encontrarlas, no hay tantas, pero cuando sucede, lo sabes. Esa risa tras ese café, rodeada de humo, sorbiendo las palabras que surgen del eco de los pasos, en ese paseo que ahora es eterno, estar bien, completo, feliz. Dando un paso detrás de otro, compartiendo el mundo que te ofrece, que ofreces. Nada más intenso. A veces, doloroso.
Necesidad de saberte parte de alguien, de ser alguien para alguien. Sin eso, que vacío, que tristeza se arrastra a lo largo de los días, de la vida.

jueves, 7 de marzo de 2013

Espíritus

Los seres fantásticos, tanto los que nos asustan como los que nos acompañan y ayudan, a pesar de cambiar de apariencia según las culturas o las épocas, se mantienen igual en el fondo: son seres que llegan a donde no llegamos, saben lo que apenas intuimos y nos dan esperanza. La esperanza de que lo mortal no es lo único posible.
Los fantasmas nos muestran el otro lado, las meigas preparan las pócimas que allanarán caminos, las hadas nos protegen, los monstruos nos dan poder sobre la muerte al vencerlos, ya que no hemos creado a ninguno invulnerable; para eso está el ajo, el sol, las estacas, las balas de plata, la tierra sagrada, el agua bendita. No somos tan tontos, si ideamos un Mal buscamos la forma de neutralizarlo, de encontrarnos poderosos con nuestros pobres recursos, como los niños al jugar en algo peligroso que siempre tienen establecido un punto seguro, uno en el que eres invulnerable.
Necesitamos saber que no slo estamos acompañados más allá de lo terrenal, sino que somos más libres que lo dispuesto por las circunstancias que nos acotan. Para eso existen los fantasmas; nos muestran esa dimensión necesaria para proyectarnos fuera de nuestro miedo básico: No sobrevivirnos.

martes, 5 de marzo de 2013

Deseos

Se dice que hay que tener cuidado con lo que se desea, porque puede llegar a cumplirse. De niña esa frase siempre me inquietó; si se anhela algo, es precisamente para que se cumpla, pensaba yo. Y ahora, entiendo algo mejor lo que quería decir semejante contrasentido.
Es verdad, a veces, que el sueño realizado, no es lo que se pensaba; la realidad siempre es bien diferente a lo ideal, en la imaginación, pocas veces, se ven los inconvenientes de lo largamente acariciado. Y los tiene.
Aún así, sigo prefiriendo soñar y luchar por alcanzarlo, que no tener nada por lo que pelear. La motivación que da ese intento, la culminación de ese deseo es tan grande, tan arrolladora, que vale la pena arriesgarse a que su final no sea, en absoluto, el que se pensó tantas veces, de tantas maneras diferentes. La realidad ya se encarga de ir moldeando la idea pura, adecuándola a la vida real, y si sigue en pie, hay que ir a por ella.
Es verdad que cuando llega lo tantas veces acariciado, no es cómo se pensó ni viene en el momento correcto. Las circunstancias no son favorables, o los pasos ya van en otra dirección, o simplemente, ya es tarde para que lo podamos disfrutar como lo hubiéramos hecho cuando se comenzó a caminar en su búsqueda. Pero peor habría sido ni haber dado el primer paso.
A pesar de arriesgarse a encontrarse con ese sueño donde nunca se imaginó que podría estar, es bueno toparse, aunque sea de bruces, con él.

domingo, 3 de marzo de 2013

Breve pensamiento


Vivir es saber que la vida depende de uno, a pesar de tener la sensación de que es todo lo contrario. Y que sólo se puede actuar de segundo en segundo. Hoy será ayer, así que hay que mirar bien qué se hace hoy, ahora, porque no sólo nos va configurando a nosotros mismos, sino que vamos edificando lo que seremos.

Vivir, qué sencillez abrumadoramente compleja.

viernes, 1 de marzo de 2013

Trabalenguas filosófico

Ser o no ser, realmente, creo que el problema se resuelve siendo no siendo, es decir ser no siendo, vivir implicados pero sabiendo desimplicarse. 
Ser es una variable inamovible, obviamente hasta que se deja de ser, pero mientras se es, hay que saber que somos normalmente contrarios, opuestos conviviendo en una vida; amamos y odiamos, reímos y lloramos. Realizamos contradicciones a diario, pensamos una cosa y hacemos otra, soñamos lo que no tenemos, y al tenerlo dejamos de quererlo. 
Somos sin ser siendo.
Lo importante es no tomarnos demasiado en serio, solo ser sin ser, vivir no siendo lo que somos, ser lo que siendo seríamos. 
Ser o no ser, no es siempre la cuestión.