sábado, 23 de enero de 2010

Invisibilidad

Ser invisible; de chica me habría encantado, ahora no tanto.
Lo que me apasionaba de niña, eso de que no te vieran y estar enterándome de todo sin que supieran de mi presencia, me parecía el colmo, lo más divertido. Ahora no. Te puedes llegar a topar con lo que desearías no haber visto ni oído en tu vida. La invisibilidad es imprevisible, un dudoso poder donde el tiro no es difícil que salga por la culata. No me arriesgo. Ahora no.

De niña duelen las cosas, pero de otra manera, es un dolor agudo, lleno de rabia, de lágrimas abundantes. Pero ya está. Ya pasó. Ser invisible no tiene tanto coste emocional, pero a medida que vas creciendo, el dolor que trae la traición es más lacerante. Oír lo indebido arrasa, deja tierra quemada, no te lo puedes quitar de la cabeza, lo escuchas en eco una y otra vez. Si aún siendo visible, a veces, te has de enfrentar a situaciones que no habrías querido presenciar, vete a ir jugando con fuego, exponiéndote al mundo sin que éste te vea, sin que suavicen los términos, las actuaciones por tu presencia..., no te ven, pueden moverse con entera libertad.

Cierto que así tendrías una valoración real de lo que piensan de ti y te ayudaría a conocerte mejor -después de asimilar el dolor del choque de contrastes entre quien crees que eres, con quien eres, o creen que eres-, pero ¿es necesario esa franqueza abierta hasta lo desgarrador? Cada uno que se responda. Pero quizá por eso no somos invisibles.

Sí, claro también puedes ver cosas maravillosas, pero, quién se arriesga...



1 comentario:

  1. Somos mas invisibles de lo que pensamos. Y no creo que lo que se diga a nuestras espaldas sea mas cierto que lo se nos dice a la cara o se nos oculta. Porque duela no tiene por qué ser cierto...El problema es la importancia que damos a lo que dicen los demás y lo poco que nos escuchamos. Poco, poco, poco.
    La que vale, vale... Eva

    ResponderEliminar