domingo, 10 de enero de 2010

La montaña azul

La vida te pilla por todos los lados.
Qué frase más cierta, es verdad. Hagas lo que hagas, no vas a estar satisfecho, envidiarás al de enfrente sin saber que él mismo te envidia a ti. Lo que tú anhelas del otro es lo que él no soporta más y al revés.

Si pudiéramos vivir más de una vida, más de una situación, ser más de uno, entonces al experimentarlo todo, no tendríamos necesidad de creerlo mejor. Puede que esa necesidad de trascender nuestros límites sea el empuje de la creación para cualquier disciplina; un actor que deja su vida para meterse en otras, el pintor plasmando mundos imposibles, un músico armonizando melodías únicas y diferentes, el escritor que se mueve desde dentro de sus personajes...

Pero no sólo el arte da esa vía de escape a esa única vida, también las colecciones que te llevan a indagar y buscar algo más que lo que conllevan las veinticuatro horas diarias, o la marquetería o los puzzles, o cultivar flores... todo lo que nos distraiga de nosotros mismos y que necesite de nuestro esfuerzo nos afianza y nos suaviza esa envidia hacia lo que no tenemos o creemos que nos gustaría ser.

Igual que la leyenda del hombre que quería ir a esa lejana montaña azul porque la de detrás de su casa era marrón, y anduvo y anduvo meses hasta que llegó a ella. Y sólo entonces entendió que no era la montaña que quería; ya no era azul, sino marrón, ahora la azul era aquella que dejó. Era la lejanía la que cambiaba el color.
Y como no podemos alejarnos de nosotros mismos, como de la montaña, mejor saquemos provecho de nuestra situación, esa que otros, seguro, desean y nosotros odiamos. Azules somos todos, y marrones también.

1 comentario:

  1. Solo basta con conocer nuestra propia montaña... el problema está en que buscamos la solución en los jardines ajenos y no cultivamos el mejor de los árboles, el de la satisfacción y la alegría

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