viernes, 17 de febrero de 2012

Cajas de latón

Es curioso, a veces, sorprendente cómo un estímulo cualquiera nos retrotrae a vivencias que creíamos olvidadas, que hacía años que no recordábamos o simplemente no habíamos vuelto sobre ellas jamás, pero ese pequeño motor; un sonido, un olor, una palabra, un rasgo nos devuelve atrás en el tiempo. Es emocionante verte ahí, extraviado de nuevo -o encontrado-, en ese instante del pasado perdido.
Una experiencia que nos saca recuerdos enterrados muy hondo, que al vivirlos de nuevo, nos escuece haberlos perdido, nos extraña incluso que solo los revivamos ahora. Cuando se pasea uno por donde estuvo, efectivamente, se inquieta por el olvido en el que lo tuvo.
La memoria, tan selectiva ella, es caprichosa, no se mueve al dictado de nuestra voluntad casi nunca; es más, cuando se la necesita suele ser esquiva, y a la hora de mostrarnos sus fotografías, las nuestras, es avara; las guarda en esa caja de latón bien dentro del armario detrás de la ropa blanca, en el rincón más oscuro, para que no se dañen. Por eso, cuando sin querer, damos con ellas por haber destapado esa caja y las vemos, es una alegría que nos completa, que nos devuelve esa etapa, ese momento, esas emociones. Y somos más nosotros porque sabemos más de lo que vivimos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario