lunes, 20 de febrero de 2012

Guiños

A veces, buscando algo por cajones, o en armarios o simplemente cogiendo un libro, te das de bruces con objetos del pasado, te encuentras contigo misma, la que eras, la que recuerdas al mirar con asombro esa postal, carta, poema, púa, partitura, disco, o libro..., tantas cosas que te acompañaron y que olvidadas, habían quedado a la espera de salir de nuevo a la luz, jugadas del tiempo, ese continuo discontinuo que no para de dar sorpresas.
Dejas de intentar encontrar lo que, posiblemente ni te importe ahora, y te dedicas a mirar ese pasado: la foto que mezcla su imagen con un borroso ayer, las sensaciones difusas como el color, donde te asalta hasta el olor, la luz, reviviendo lo que se hizo antes y después de ese tiempo apresado, ahora recuperado.
Esa carta, escrito, diario o apunte, esas palabras escritas con una letra que fue tuya, o de alguien querido que ya no está, ni tú, ni él; sólo esos rasgos sobre el papel que testifican quien fuiste, que auguraban quien eres.
Esos objetos que acaricias como para que con la magia del roce, vengan a contarte cómo fue su vida contigo, recuperando la viveza de cuando eran imprescindibles.
Ese disco que vuelve a sonar, con el que vuelves a recordar qué soñabas mientras lo escuchabas.
Trazos de un pasado que por mucho que hayas querido abandonar, impregna el presente, inundándolo con la presencia física de esos objetos que creíste desparecidos.
Y ahí estás, de pie en tu presente, mirando tu pasado: guiños que nos hemos dejado a nosotros mismos

No hay comentarios:

Publicar un comentario