jueves, 2 de febrero de 2012

Placas

Recuerdo cuando me di cuenta por primera vez, que el nombre de las calles, que para mí solo tenían el significado claro de poder ubicarme y llegar, por ejemplo, a casa de mi amiga, al supermercado donde me enviaba mi madre, o al colegio, y poco más por lo chica que era, recuerdo que me asombró descubrir que la calle Eusebio Estada, no era en realidad su nombre exclusivo, sino que ese señor, un ingeniero de caminos, canales y puertos , había existido más allá de la placa que llevaba su nombre y me indicaba que mi casa estaba justo debajo ella. La calle solo lo tomaba prestado.
No terminé de creerlo, pensé que era una coincidencia, como que mi nombre lo llevara también una compañera unos cursos más adelantados, y más gente, claro. Así que me puse a investigar y me fijaba en cómo se llamaban las calles por donde pasaba cada día: me aupaba y aprendía de memoria lo que ponía en la placa y en cuando podía, me iba a consultarlos en la enciclopedia. No tuve más remedio que rendirme ante la evidencia: efectivamente, las calles se bautizaban con los nombres de personas que habían destacado de alguna manera en la vida pública.
Desde ese día, me gusta fijarme en los nombres subidos a esas placas; es como aprender historia, política y sociología todo junto. Sobre todo cuando los van cambiando, en consonancia con el momento. Se aprende muchísimo de una ciudad, pueblo o aldea no solo perdiéndose por sus calles sino también, leyéndolas.

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