viernes, 11 de mayo de 2012

Relato. 2 Parte, Némesis

Todo esto puede no parecer extraño, y de hecho no lo es. Lo insólito es que cuando pensé en ella no pude evocarla de ninguna manera. Se me había borrado su aspecto
     Al llegar a casa y abrir el buzón cogí, por primera vez, el sobre de color sin sello con mi nombre en él. Era azul y su contenido desconcertante:
“Nosotros también coleccionamos vidas”.
Eso ponía. No sabía si era una broma, una amenaza, un juego o quizás publicidad.  Al poco me olvidé de ella y la tiré junto con el resto del correo, mayormente propagando, a la papelera. No tenía ganas de nada. Era uno de esos días donde la rutina abruma y lo cotidiano anula.
     Me sentía acorralada por mi situación actual. El descontento vital, ese traidor que cada uno acalla cómo puede y al que yo adormezco  dejándolo ir a la deriva, parecía decidido a despertar.                      
     En un intento de huir de mi misma, aún sabiéndolo inútil, salí de casa para deambular como me gusta. Eso significa andar sin rumbo fijo y  pensar en miles de cosas simultáneas hasta que alguien me llama la atención y mi mente le acapara completamente, dejando de pensar en mí y liberándome de errores y contradicciones.
A veces la persona que sigo, ya la he visto antes. 
Como a la mujer en la que me fijé en un pueblo de veraneo, a trescientos kilómetros de un bar de mi barrio, en donde la volví a ver por segunda vez. A partir de ese segundo encuentro la he visto regularmente a lo largo de la ciudad -encontrándomela en los atascos, en algún gran almacén -y a lo largo del tiempo -embarazada, con su nene paseando en algún jardín-.

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