lunes, 14 de mayo de 2012

Relato. 5 Parte, Némesis

 Acabé lo que quedaba de la mañana como una autómata, sobresaltándome cada vez que me dirigían la palabra. Por fin llegó la hora de irse a casa.
Cuando llegué me precipité literalmente hacia el buzón. ¡Ahí estaba!. Pero ya no era azul sino violeta.
Tardé en abrirlo. Lo dejé encima de la mesa e intenté convencerme de que no me asustaba su contenido. Pero las manos temblorosas con las que finalmente lo abrí,  mostraban bien a las claras lo contrario.
     Esta vez  la única frase estaba sustituida por un párrafo entero:
 “Depende de ti que el mirar no sea sólo ver; que el buscar en los demás lo que uno no tiene, no sea  sólo estupidez; que el asimilar vidas ajenas, no sea sólo esterilidad. Únete”
Lo leí muchas veces y en ninguna de ellas saqué nada en claro. Todo era absurdo. Pero esa mujer borrosa existía. Y las cartas, de alguna manera, eran un inquietante reflejo de mi misma.
     Esa noche las imágenes y los ecos que surgieron de mis sueños fueron los de mi vida entera -juguetes, olores, risas, personas, iras-. Toda ella representada por un imposible suceder de tiempos. Creí que estaba en la antesala de mi muerte donde, según dicen, quizás a modo de alegato, se proyectan los contradictorios pasos dados y la comprensión última del camino andado.
Pero no había luz alguna a dónde dirigirse después. No supe morir, o simplemente no era ése el fin del recorrido.  Desperté desconcertada y ansiosa.
Y ese día el sobre fue de color gris.
     “A las doce y trece minutos en el cruce de Colón con Labradores”.

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