Pasó una semana en la que nada relevante sucedió, casi olvidé el asunto de los sobres. Mi ánimo también se había olvidado de sus anhelos, volviendo a adormecerse. Todo empezaba a adquirir, de nuevo, la pátina del tedio.
Ahí estaba yo, un lunes, sirviendo cafés y tapas cuando la volví a ver. Mi cuerpo se estremeció, no sé si de miedo o de alivio.
Estaba sentada en una mesa y de alguna manera, tuve la certeza que estaba relacionada con los sobres. No quise atenderla, temía acercarme a ella, ya lo haría cualquier otro. Pasó bastante rato y nadie iba, sin darme cuenta apenas de lo que hacía, urgí a mi compañero que fuese a atenderla.
Ahí estaba yo, un lunes, sirviendo cafés y tapas cuando la volví a ver. Mi cuerpo se estremeció, no sé si de miedo o de alivio.
Estaba sentada en una mesa y de alguna manera, tuve la certeza que estaba relacionada con los sobres. No quise atenderla, temía acercarme a ella, ya lo haría cualquier otro. Pasó bastante rato y nadie iba, sin darme cuenta apenas de lo que hacía, urgí a mi compañero que fuese a atenderla.
-Juan, ve a ver que quiere la señora de la mesa seis.
-¿Qué señora?
-La de la seis.
-Carmen, en la seis no hay ninguna señora.
-Claro que hay. Mira -le dije crispada.
Y los dos miramos.
Y los dos miramos.
-¿La ves ahora?
-No, no hay nadie -le miré de reojo. No bromeaba, es más, estaba a punto de enfadarse. Dirigí mis ojos hacia ella.
No era posible que no la viera. Estaba sentada con las manos apoyadas en la mesa seis. Ahora me estaba mirando tranquila, a sus ojos se asomaba una advertencia. Con un escalofrío le dije a mi compañero que ya se había ido, que sentía haberle gritado y Juan se fue a seguir atendiendo a otras mesas, rezongando.
Me acerqué medio temblando cuando Juan entró a la cocina, dejándome sola.
No era posible que no la viera. Estaba sentada con las manos apoyadas en la mesa seis. Ahora me estaba mirando tranquila, a sus ojos se asomaba una advertencia. Con un escalofrío le dije a mi compañero que ya se había ido, que sentía haberle gritado y Juan se fue a seguir atendiendo a otras mesas, rezongando.
Me acerqué medio temblando cuando Juan entró a la cocina, dejándome sola.
-¿Quién es usted? ¿Qué quiere?
-No te asustes -notó mi miedo-. No soy ningún fantasma -leyó en mi mente-. Ya te lo diré.
-¿En un sobre? -me oí decir.
En ese momento un cliente me reclamó desde la barra, empecé a dirigirme hacia allá y cuando me giré para pedirle que no se fuese, ya lo había hecho. No estaba. No pude recordar sus rasgos.
En ese momento un cliente me reclamó desde la barra, empecé a dirigirme hacia allá y cuando me giré para pedirle que no se fuese, ya lo había hecho. No estaba. No pude recordar sus rasgos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario