Las mentiras.
No solo vivimos con ellas, sino entre ellas y de ellas. Es una especie de entramado social casi necesario para sobrevivir a las verdades imposibles de aceptar, asimilar, o simplemente decir. No se suele aceptar casi ninguna. La sociedad ayuda a limarlas, a solaparlas.
No solo vivimos con ellas, sino entre ellas y de ellas. Es una especie de entramado social casi necesario para sobrevivir a las verdades imposibles de aceptar, asimilar, o simplemente decir. No se suele aceptar casi ninguna. La sociedad ayuda a limarlas, a solaparlas.
La
primera vez que un niño se topa con la mentira, con alguien que le ha
engañado, le escuece hasta las lágrimas, hasta el desgarro de la
inocencia.
La sociedad está basada en ellas, tapamos verdades de todo tipo y condición; desde no comentar lo mal que le queda a uno un vestido o peinado, hasta secretos oscuros y peligrosos.
La sociedad está basada en ellas, tapamos verdades de todo tipo y condición; desde no comentar lo mal que le queda a uno un vestido o peinado, hasta secretos oscuros y peligrosos.
Esa
verdad nos la ocultamos a nosotros mismos, por amenazante, porque podría
desmontar el precario equilibrio de esa red trenzada por
conveniencias, mentiras y verdades a medias; hasta que nos estalla por
dentro, despreciando el statu quo social, y enfrentándonos a nuestra
propia conciencia, la que teníamos de niños antes de mirar cara a cara a
la falsedad. Si nos supera, entramos en la neurosis, pero si la
superamos, crecemos más allá de lo social, dejamos sus mentiras para
obtener nuestras verdades. Tan duras siempre. Tan necesarias.
Nada
hay más aterrador, nada más difícil de asimilar, que encontrarte con la
verdad desnuda, sin lazos ni adornos sociales, tal cual es. No estamos
preparados para ella. Y superarla nos lleva tiempo. Mucho.
Toda
sociedad está basada en el engaño, lo que trasciende al público, nunca
es lo real. Lo que se quedan los que manejan los hilos, tampoco. Es más
profundo que todo eso; es la incapacidad de comunicar abiertamente lo
que sentimos, lo que somos, lo que anhelamos. Sólo los locos y los niños
muy pequeños, aquellos que no se han enfrentado a la primera mentira,
son los únicos que se atreven a desafiar las normas secretas
establecidas. Luego, los segundos, se irán socializando, se les irá
introduciendo en el sutil mundo de los engaños, entramados sociales
turbios y sinceridades interesadas.
Antiguamente, en algunas
civilizaciones, eran a los orates a quienes se les confiaban sus
oráculos; sabían que por ellos, ajenos a la norma común, se decía lo que
se pensaba.
Así se veía mejor el futuro, mirando cara a cara el presente desnudo.
Así se veía mejor el futuro, mirando cara a cara el presente desnudo.
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