lunes, 17 de septiembre de 2012

Relato. 3 Parte. Libros

Desde el círculo que encerraba a la palabra “maestro” y a su adjetivo, salía una flecha que te llevaba hasta el pie de página donde, escrito con furia y de un solo trazo, el espontáneo había anotado su comentario: “mierda para el autor”.
Era tan brutal que uno intentaba no mirarlo. Pero cómo no hacerlo. Intenté imaginar quién pudo masacrar así un libro. Es verdad, que poco respeto se les tiene y que en más de uno se ven apuntes, resúmenes, subrayados, incluso comentarios, pero semejante opinión, tan tajante, iba más allá de lo que mis ojos habían leído nunca en libro ajeno.
No pude evitar pensar que alguien que demostraba tanta furia, sólo podía ser uno que se hubiese identificado, y aludido con la descripción: un profesor jubilado, y si esa era su profesión, el delito era doble, o la ofensa muy real.
 Todo podía haberse quedado en la anécdota de imaginarme quién lo hizo, pero esa noche, en vez de dejarme llevar por el libro, me la pasé imaginando la vida del profesor: alguien decepcionado con su vida, al que toda una juventud de esfuerzos le había dejado, no unos recuerdos con los que compartir las horas que le quedaban por llenar, sino momentos descarnados que le hacían reconocerse en frase tan real para él, tan anodina para cualquiera que no se sintiese triste, gris, pobre y jubilado de maestro

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