sábado, 2 de enero de 2010

Miles

No hay nada más apasionante que la vida misma, las infinitas posibilidades que tiene y las historias que crea en cada uno a partir de obstáculos y superaciones. Uno no es más el resultado de las elecciones propias ante lo que la vida le pone delante. Como un juego. Y que no lo sea.
De ahí surgen las diferentes combinaciones vitales. A veces, las cartas con las que se comienza son malas, incluso pésimas, pero el juego no está perdido, ni mucho menos. El ingenio y la capacidad de superación entran en acción. Una buena baza.

Me encanta escuchar el resultado de esas decisiones. Las vidas contadas siempre tienen una luz que las cierra, resaltándolas, cualquier historia es asombrosa una vez vista en su totalidad; ninguna parece anodina. Ninguna.

Mientras las estamos viviendo es más difícil verlas, falta la perspectiva de la objetividad, de lo cerrado, pero ya terminada, cualquiera es digna de libro. Los detalles nimios pasan a convertirse en momentos claves, los errores, en grandes cambios. Todo encaja.
Nos gustan porque reconocemos esas mismas intersecciones que tenemos delante, angustiándonos y alegrándonos con las decisiones que tomaron otros. Ellas son nosotros, son todas y cada una de las vidas, que por obvias razones de límites temporales, no podemos ser.

Sólo tenemos una vida, pero vivirla también implica el descubrimiento de las infinitas posibilidades que habríamos podido experimentar, vivir. Pero el tiempo no nos da más que para escucharlas, leerlas, contarlas…, y se nos queda corto.

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