miércoles, 21 de abril de 2010

Romper sin querer o queriendo

Es más fácil destruir que construir, romper que crear. Es evidente, cuesta menos esfuerzo, menos tiempo, y sus resultados son inmediatos.
Es fácil ver en los parques, como un niño está entretenido haciendo figuras con arena o colocando piedrecitas en un orden determinado y observar que otro pequeño lo mira esperando, con una paciencia loable, a que termine para, de una patada, derrumbarlo todo. No es infrecuente escenas así. La atracción del caos.
Y eso no sucede sólo con los niños chicos, sino con los más grandes, sólo que ahí suele intervenir, no la curiosidad o el impulso de romper, sino la envidia o los celos.
Esa atracción a destruir lo ajeno nos acompaña de adultos. Se suele dominar, aunque las personas violentas, sin control, acaban rompiendo lo que más quieren, se dejan llevar por el impulso ancestral y en unos segundos acaban con lo que cuesta años de construir, casos extremos de esto son los que matan por arrebato: no hay acto de mayor destrucción.
Lo más triste es cuando, sin querer, bien por no estar atentos, bien por un desliz en la coherencia, se rompe lo que no se quiso hacer añicos; una palabra mal dicha, una acción a destiempo, un roce que vino a dar en tierra con lo que nos costó tiempo mimar y crear.
Cuántas veces se habría querido dar marcha atrás para no hacer lo hecho, no decir lo dicho. Pero no se puede y ahí queda, en el suelo, lo que jamás habría de haberse roto.
La Naturaleza también tiende a la destrucción, es evidente.

3 comentarios:

  1. es verdad que los afectos también quedan tocados ya para siempre si se dice algo que no hay que decir, etc., muchas amistades y amores se frustran sin llegar a más solo por una salida de tono, pero somos inevitablemente humanos, metemos la pata en una u otra medida todos los días, algo hay o ha de haber que hace que sin embargo parte de todo esto funcione

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  2. Sí, y creo que funciona, más o menos precariamente todo, precisamente porque somos humanos y entendemos lo que es errar.

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  3. Eso nos da la idea de lo fragiles que somos y lo fragiles que pueden llegar a ser nuestros afectos. En efecto, la humanidad nuestra nos hace entender lo que es errar,pero no el llegar a admitirlo, eso nos haria de otra pasta...

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