domingo, 2 de mayo de 2010

Dobles

Creo que todos hemos pensado alguna vez lo útil que sería tener un doble que nos hiciera el trabajo sucio. Así, en vez de ir a la oficina, podríamos quedarnos en casa, o dar una vuelta; qué hay que pasar por una situación desagradable, pues se coge el doble y uno tan tranquilo.
Sí, sería práctico y más de una vez lo usaríamos, de hecho, habríamos de tener más de uno para cubrir varios frentes a un tiempo.
Y aún así no estaríamos satisfechos del todo, puede que echáramos de menos uno para que se aburriera por nosotros.
La raíz del asunto, no está en hacer esas tareas, sino realizarlas cuando no nos viene bien. Lo pesado de trabajar no es el hecho en sí; es tener que anteponerlo, es la obligación diaria de repetirlo, con ligeras variaciones, queramos o no. Ah, los dobles, suspiramos camino de lo que no haríamos.
Esto se debe a que nuestra vida es secuencial; no se puede saltar de un momento a otro, se ha de vivir, segundo a segundo, cada plano de nuestra realidad: no es posible adelantar secuencias, ni saltárselas.
La vida es exhaustiva, algorítmica y concatenada. Ningún doble nos liberaría de recorrer cada minuto que respiramos.

3 comentarios:

  1. No hay doble, ni hay el otro yo que tanto dicen algunos. Sólo hay uno en cada uno, un uno múltiple, plural, cambiante, pero, a fin de cuentas, uno. Lo que sí puede haber, en ciertos creadores iluminados, es la inspiración doble (a veces, incluso, triple) y el don de ser mirada y cosa mirada al mismo tiempo: un duplicarse y doblegarse, en fin. En la vida de la poesía lo que sucede tan sólo sucede en las palabras: eso es lo que sienten y cuentan los verdaderos poetas, habitantes en ese doble estar. Pero sí que sería cojonudo, Eva, tener un doble que nos hiciese las cosas que no nos apetece hacer. No lo había pensado nunca de esa manera.

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  3. Por cierto, creo que hay una errata en la penúltima frase de tu entrada. Si me equivoco, corrígeme sin reparo. Pusiste "concadenada" en lugar de "concatenada".

    Por otro lado, yo he visto que es bueno liberarse del yo, no creerse uno el centro del mundo, relativizar, porque, cuanto más te identificas con la persona que eres, más sufres lo que te pasa, más exageras el dolor de cada día. Sin embargo, si conectas con la verdadera realidad de que no sólo somos personas sino también personajes de una película dirigida por el Director Invisible, te das cuenta de que es la identificación con el papel de tu persona y con sus ideas lo que te atrapa en el callejón sin salida del dolor, lo que no te libera ni a la de tres; entonces, al darte cuenta de eso, es cuando te liberas de ciertos pesos y todo en torno se te hace más leve, más grato, más liviano.

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