viernes, 28 de mayo de 2010

Veintinueve de mayo

Dentro de media hora, entro de lleno en el día en el que, hace años, nací.
Es el día en el que hago balance del resto; mi 31 de diciembre particular.
Miro hacia atrás, a esos trescientos sesenta y cuatro días, para vigilar que no hayan pasado muertos, que sobre la mesa estén unos cuantos logros, superaciones, mejorías, lo que sea que me tiente a comenzar mi año nuevo con ganas y decisión.
Algo hay; muchas hojas escritas, algunas a punto de publicarse, otras en cola, nuevos caminos abiertos, viejas sendas cerradas, nuevos amigos para siempre, otros que no veré ya nunca. Bien, se pueden empezar estos siguientes días sin nostalgias y con ilusiones.
No pienso que lo vivido fue siempre lo mejor, es más, vivo casi intemporalmente, no sé que acaba de significar que pasen los años, eso sucede a cada minuto, no veo un drama por seguir viviendo, nunca he querido ni acelerar ni ralentizar los años. Lo único que de verdad me importa, es que no pasen en balde, vacíos, que no se me escurran por entre los días inertes, sin más.
Si he de seguir un año más, quiero que cuando lo mire para diseccionarlo en el próximo veintinueve de mayo, me guste lo que vea, que me llenase vivirlo.
No me exijo nada más, ni a él ni a mí: que cada instante, no sea vivido en vano.

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