Cada
nota tiene un color, cada color se puede asociar a una emoción que a la
vez se puede asimilar a una situación. La física nos trae lo intangible,
nos dibuja la melancolía sonando en tono menor, en grises azulados, con
olor a niebla reflejada en lagos plateados; la ira, de acordes
aumentados, roja, veteada de terribles tonos negros, oliendo a furia, a
ruido; la alegría, en contrapunto, brillante, suavizada por matices
verdes, amarillos, ocres, impregnando el ambiente de olor a yerba
fresca, a rocío tímido.
Lo interno, lo inexplicable, lo que
sentimos y no sabemos definir, nos invade, necesitamos de lo externo, de
su explicación, de entendernos y concretarnos. Si nos observamos, si
vemos lo que realizamos o cómo, tendremos la expresión física de lo que
nos remueve por dentro, en todo; los pasos al andar, más firmes o
torpes o quedos; la letra, más suave, redonda, picuda..., lo que hacemos
nos informa de nosotros mismos, de esas emociones que nos invaden,
siempre, aún cuando no lo sintamos. No sólo cuando se nos desbordan
están ahí. Nos acompañan, nos guían, nos indican que vamos bien o mal o
no vamos.
Hay que estar atentos a lo que nos sucede,
abservándonos ser, sintiéndonos movernos, comprendiendo a cada momento
qué color, qué aroma, qué armonía tocamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario