miércoles, 31 de julio de 2013

Relato, 2 Parte. Tierras Umbrías

Una niña con los mismos ojos de la anciana corre por la calle principal del pueblo, no hay nadie, efectivamente, pero parece no importarle. No nació allí, la trajeron sus padres desde más abajo, la novedad del cambio la asustaba tanto como la atraía. Tuvo cogida la mano del hermano bien fuerte durante todo el trayecto, los dos observaron callados y sin estorbar, como dijeron los padres que estuviesen, cómo los enseres de la casa iban saliendo por la puerta y se metían en un gran camión: todo se lo tragaba: juguetes, electrodomésticos, libros, sartenes. No se dejó nada. Era inquietante. Pero la madre, intuyendo lo que podrían estar pasando los pequeños, les hizo hacerse ellos mismos una maleta con sus cosas, con lo que querrían llevar al lado, no es en ese vehículo frío, sino junto a ellos, en el coche. “¿Qué te llevas, Manuel?” “¿Y tú, Carmen?” Los dos miraban su cuarto y se lo habrían querido llevar entero pero la maletita era muy chica para que entrase el armario donde se escondían y jugaban con la luz de la linterna o el espacio de debajo de la cama que tanta risa daba al esconderse y ver las piernas del otro que buscaba desesperadamente. O las ventanas por donde salía el sol cada mañana dando color a las hojas de los árboles; verde profundo, el que la noche les quitaba, “¿te has dado cuenta que cuando no hay luz todo está como desteñido, Manuel?” “¡Es verdad!” Y el hermano se pasó la tarde llevándose los cuadernos de colores al armario, para en su oscuridad, comprobar que los tonos desaparecían entre su grisura. En la maleta no cabía nada de eso. Se conformaron con un osito marrón él y una muñeca de trapo ella. Aunque a última hora, casi con el coche en marcha, Carmen subió corriendo y respirando hondo comenzó a dar vueltas sobre sí misma; quería impregnarse del olor, llevárselo en la piel. Las lágrimas le ardieron solo en ese momento en el que tuvo la certeza de que jamás encontraría un espacio como este, porque nunca sería de nuevo una niña. “ Ya voy” y mareada por las vueltas bajó y entró en el coche.

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