miércoles, 25 de enero de 2012

Bambalinas

Siempre me ha gustado lo que está detrás de las cosas; las bambalinas, tanto figuradas como reales.
La primera vez que estuve ante un escenario como espectadora me deslumbré por las butacas, el telón rojo, las telas suntuosas, las lámparas de lágrimas, los palcos, alfombras, luces... y nerviosa, cuando se alzó el telón, me dejé llevar por la magia de la representación, entrando en el juego de realidad que me proponían. Fue emocionante.
La vez primera que fui yo la que salió a escena, fue más bien angustioso, verlo desde arriba, deslumbrarte por la gente, luces, decorados, agarrotada por las palabras que habría de decir para crear esa complicidad, me agotó, pero luego, una vez pasado todo, la mezcla del tiempo y el recuerdo me lo devolvieron con cariño.
Pero la mejor de todas las primeras veces, fue cuando pisé las bambalinas, con ese olor tan suyo, entre cachivaches, trajes, la gente afanándose entre cuerdas que no se sabe muy bien a donde van y de donde vienen... esa negrura mal iluminada, esos camerinos angostos, con espejos brillantes, baúles y atrezzos, murmullo de gentes, ajetreo de cosas, nervios y aburrimientos en la espera: el hervidero humano de una realidad que solo al salir a escena deja de ser anodina para crear un universo único, especial, y que casi, casi nos hace olvidar que detrás del telón hay polvo, ruido, trabajo y mucho ingenio.

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