martes, 24 de enero de 2012

Tesoros

De niña me encantaba descubrir tesoros, me imaginaba que estaban enterrados en los sitios más peregrinos, como buen tesoro. Me pasaba horas investigando el terreno para encontrar lo que a cualquier otro ojo, no tan experto, se le había pasado. No encontré nunca nada cavando. Es más hasta hice lo contrario: perdí más de un objeto.
¿Cómo?, pues muy fácil, yo misma hacía mis propios tesoros enterrados: una zapatilla en la arena, un anillo entre la hierba, un trozo de metal brillante casi de oro entre rocas... y así, pensaba mientras hacía el mapa con la X, seguro que mi amiga y yo lográbamos encontrar algo: lo hacía más por ella, para que no se llevara una desilusión, y la desilusión me la llevaba yo, porque fui incapaz de recuperar zapatilla, anillo y el metal casi de oro. Los tres fueron tratados como tesoros en tres lugares diferentes y espaciados en el tiempo. Y ahí quedaron.
Lo único que me consoló, es que alguien, algún día, sí encontraría mis objetos. Yo jamás encontré los de nadie. Eso sí, nunca dejaré de buscar.

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