lunes, 9 de enero de 2012

Relato. 2 Parte. El visitante

El conductor de la línea tras cobrarle, le siguió con la mirada.
No pudo evitar ver en él a la personificación misma del daguerrotipo de su bisabuelo.
Recordó aquella imagen que tan vívidamente le atrapó de niño, revivió cuánto le impresionó ver ahí dentro, apresada en un cartón grueso, manchado de humedad, la imagen de una persona muerta, ajena a él pero totalmente relevante para su propia vida.
Cobrándole el importe de su billete rememoró ese mismo instante -el que a todos llega-, en el que tuvo la certeza de que toda vida acaba. Su ingenuidad de niño se sobrecogió, por primera vez, con la intuición adulta de que detrás de uno puede sólo quedar eso: un cartoncillo inusualmente grueso, que en su día, apresó la imagen de luz y plata de quién sintió, se equivocó, vivió.
Puso en marcha el autobús, parándolo según lo iban solicitando sus pasajeros. Samuel y una mujer muy menguada, de frágil apariencia, bajaron en el cementerio.
La señora iba andando a pasitos cortos, lo cual le confería una velocidad respetable, incluso ágil, para la poquita cosa que su figura representaba. No dejaba de murmurar mientras se encaminaba al camposanto.
Samuel la seguía de cerca. Ambos llegaron a la puerta de hierro negro más o menos a la vez.
Estaba cerrada. Esperaron.
Al cabo de unos cinco minutos la anciana suspiró, al ratito carraspeó ligeramente, y ya sin más preámbulos ni etiqueta, se encaró con su compañero de espera.
-Pues es la segunda vez en este mes que no me tiene abierto cuando toca -estaba realmente indignada-. A este Mariano le debe de pasar algo, no es normal en él esta impuntualidad -su voz se dulcificó un tanto, pasando a la preocupación en su siguiente comentario-. ¿Y si es algo grave? -estaba realmente alarmada. Sus ojos se quedaron mirando fijamente sin ver, abismándose en su imaginación -lo mal que lo estaba pasando el tal Mariano quizás. ¿Quién sabe?-.
Todo su encorvado cuerpecillo estaba en tensión, delataba así, que estaba más allá de la realidad colindante.
Era como si para ella todo pensamiento fuese real; lo ideado era tan intenso, que cuando se parase a recordar lo ocurrido en sus días, más de un acontecimiento apócrifo se le traspapelaría. Era una superviviente de ella misma, de su limitada dimensión de lo real.

No hay comentarios:

Publicar un comentario