miércoles, 23 de septiembre de 2009

Los sentimientos

Los sentimientos, esos grandes desconocidos.Vivimos con ellos, de ellos pero nunca sin ellos.

Lo malo es lo que nos cuesta reconocerlos sin mezclarlos, lo que nos duele mirarlos de frente, lo que asusta catalogarlos. Nuestro cerebro ha ido evolucionando desde el primer homínido hasta nosotros, en todo, menos en lo relacionado con los sentimientos, éstos son tan básicos como los que conmovían a los hombres de las cavernas.

La literatura está escrita con ellos, cada palabra no hace más que intentar comprenderlos, explicarlos, exortizarlos. Nos dejamos llevar por la ternura, el odio, los celos, el amor, la ira, la alegría... decenas de conceptos abstractos que nos manejan, a veces, hasta la obsesión sin acabar de entenderlos completamente. De repente, sin venir a cuento, alguno nos invade y todos nuestros actos están orquestados por ese sentimiento invasor, siendo incapaces de dominarlo, es más, nos tiraniza; si es uno de la parte agradable, las cosas parecen mejores, más bellas, la armonía existe y hasta los pensamientos se ennoblecen; si por el contrario, es de la zona oscura, ocurre exactamente lo mismo pero en negro; ideas patibularias, falta de ilusión, dolor y una mirada sobre el mundo y la gente más bien terrible. Nos dominan por igual.

Shakespeare fue quien mejor supo concentrar cada una de esas emociones encarnándolas en personajes inmortales que no se entienden del todo, hasta que no se vive el sentimiento desgarrador que los poseyó: la duda, los celos, el amor, la traición, el desprecio..., todos esas emociones paseándose por los escenarios a través de los tiempos, tan vigentes ahora, como cuando en Grecia se representaban llevándolas al extremo o las que los Australopitecos podrían sentir alrededor del fuego recién descubierto.

Las personas nos movemos entre sentimientos, buscando un equilibrio, dominando impulsos o intentando no dejarnos arrastrar por ellos, por esas sensaciones que nadie sabe de dónde vienen, o a dónde van, que cohabitan en nosotros, moldeándonos, haciéndonos quienes somos: pobres cáscaras vacías sin ellos.

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