jueves, 23 de septiembre de 2010

Relato: Sola


No podía dejar de llorar, qué absurdo todo de nuevo. Miró a su alrededor y no encontró nada que la calmara. Los ojos enrojecidos, la boca seca, el futuro muerto. Ahí estaba, sola otra vez. Los rostros de cada una de las personas que conoció y la abandonaron, se agolpaban susurrándole cómo fue lo que compartieron. Una soledad absoluta la invadió, un escalofrío le recorrió desde la infancia hasta ahora. Nadie. Sola.
Con la mirada borrosa, y a la vez nítida por las lágrimas, se enfrentó al entorno: una hostilidad real era lo único que se la devolvía. No había nadie ahí. La oscuridad de los últimos años se había materializado en una negrura espesa la rodeaba. Sus ojos ya se habían acostumbrado a esa densidad de tinta, pero no su ánimo. La esperanza todavía se resistía a mezclarse con esa sombra. A pesar de este último fracaso, se atrincheraba, se agarraba con fuerza, se resistía a que la absorbiera.
Seguía llorando, rodeada de muertos, no se sentía capaz de hacer otra cosa. No quedaba nadie más. Estaba sola, la epidemia no la afectó. Pasó por su lado llevándose al poblado entero, pero a ella la respetó, ni la rozó. Fue testigo de cómo contagió a su familia, amigos, vecinos, desconocidos. Cuando quedó huérfana, se fue trasladando a las demás casas, hasta que la enfermedad entraba tras ella y preparaba el camino a la muerte.
Había estado ayudando a todos, buscando cómo curarles o cómo contagiarse: cualquier opción le habría valido. Pero no se contagió y no los curó.
Y ahora el último de ellos la había dejado. No sabía qué hacer. El absurdo de seguir ahí sola, o de acercarse a otro lugar, quizá ya asolado, le parecía lo mismo. Aún así, decidió partir, y con ella, la enfermedad, trasmitiéndose por todo el país tras sus pasos.

1 comentario:

  1. no está mal, aunque para ser viernes algo tétrico. tal vez le falta algo de alegría, como de esperanza, un pájaro cantor o una leve flor en la cuneta del camino qu eflorece a su paso. Siempre cuando todo está desolado la esperanza es la última vela que se apaga y enciende a todas las demás

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