sábado, 9 de abril de 2011

Golpes

Por muy preparados que estemos sabiendo que viene un golpe fuerte, por mucho que lo veamos venir, que nos situemos para que no duela; duele. Y a veces, más de lo que se pensó en un principio, cuando supimos que se estaba acercando.
Cierto que hay veces que no se ven venir, que te llega el porrazo sin más ni más, y uno estupefacto, aún anestesiado por esos segundos posteriores al golpe en los que todavía el cuerpo se protege pero ya anticipamos lo que nos va a doler, cruza los dedos para que no sea demasiado intenso el dolor.
Pero los que sí vemos venir, cuando nos caen encima, duelen tanto o más como los invisibles.
Uno se hace un ovillo, se dobla sobre sí mismo y aguanta la respiración esperando y deseando que se acabe pronto, no el impacto, que suele ser breve, sino el proceso de asimilación, de reconstrucción, de volver a levantarse del suelo con ganas de seguir de pie unos metros más, hasta el siguiente.
Siempre crees que en algún momento, se hará callo, que dolerá menos, qué ilusos. Aunque lo que sí es verdad, es que se aprende a caminar de nuevo cada vez más rápido.

2 comentarios:

  1. La muerte, la enfermedad, el dolor en general, para quedar todo reducido, quizá, a esos días azules y a ese sol de la infancia

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  2. Todo tiene su color, hasta el dolor y la muerte...

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