domingo, 3 de abril de 2011

Imprevisible

Según la física cuántica, no hay nada seguro; solo la probabilidad azarosa de que sucedan las cosas.
Este postulado es el que llevó a Einstein a buscar cómo rebatirlo. Él, con su predecible y tranquila ley de la gravedad general, no podía ni siquiera aventurarse a pensar en ese caos: Dios no puede jugar a los dados con el universo, fue la frase que le encerró el resto de su vida, buscando la ecuación para todo, la que aunara el caos y la predictibilidad.
Y si uno mira su propia trayectoria o la de otros, verá que lo azaroso, lo improbable, juega un gran papel.
La vida no es un camino directo, predecible, tranquilo para nada, es más bien un imprevisto continuo, un tener que saltar obstáculos que aparecen sin que se les llame, un revisar diariamente lo realizado y dicho, porque sin darnos cuenta, vamos moviendo ese camino con lo que hacemos y decimos; es un hecho más allá de la voluntad.
Todo es posible, nada está escrito, y los destinos se van truncando y reorganizando continuamente, sin más sentido y sin nuestra intervención.
Por lo tanto, en el día a día, la física cuántica, a pesar de medir el mundo subatómico, parece imperar; nos muestra que sí es posible que las paredes se pueden atravesar, y que los destinos puedan cambiarse, para bien o para mal.

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