sábado, 12 de septiembre de 2009

Hay días y días

Hay días que se empeñan en fastidiar, se confabulan sus minutos, uno detrás de otro, para atacarnos con trámites engorrosos, tareas interminables y en general, con obstáculos a lo largo de sus veinticuatro horas, haciéndolo detestable, impidiendo que hagamos aquello que teníamos pensado realizar cuando nos levantamos, inocentes aún, de lo que nos esperaba.

No se detectan a simple vista porque son como todos; sale el sol, el aspecto cotidiano es amable, así que te levantas sin sospecha ninguna, hasta que te topas con el primer imprevisto, que suele tener que ver con el desayuno; se te sale el café, no te queda leche o se queman las tostadas, lo que sea. Pero aún no reconoces la que te espera, medio dormido, sigues ingenuamente con la siguiente tarea del día, que tampoco acaba de salir bien, "bueno", dices con un talante que aún aguanta debido a que has dormido bien, y así, sin defensas, te enfrentas al trabajo. Si se trata de escribir --que alguien escribirá--, te das cuenta de que cada vez que logras la concentración necesaria para seguir con la historia interrumpida de ayer, suenan los teléfonos, el fijo y el móvil, incluso a la vez, que para eso ha mejorado la tecnología, o llaman a la puerta o el vecino ha decidido ponerse música a un volumen que hace vibrar el suelo o, comprobando que la pared está demasiado vacía, fue a por la taladradora para remediarlo, colgando un cuadro o varios.

El asunto empieza a mosquear. Dejas el trabajo para la tarde, vencido por los ruidos, interrupciones y falta de ganas a esas alturas, y decides hacer los trámites de la calle. Abres el buzón y en él no hay más que apremios inoportunos que no esperabas y que has de realizar con la urgencia propia de la administración, urgencia que sólo funciona en un sentido; de ella al contribuyente. Eso rompe también lo que ibas a hacer, ya que el certificado urgente, o el personarse en, o lo que sea que diga esa o esas cartas, te cambia los planes por completo de nuevo.

Empiezas a barruntar que el día es uno de esos, pero respiras hondo y le das otra oportunidad. Mal hecho. Está contra ti descaradamente y si no tomas precauciones, vas a terminar mal, pero no, uno intenta luchar contra él, y así le va: ningún trámite resuelto, tarde a todos los sitios, gente que te encuentras que no querías, móvil atacando y encima el tiempo no acompaña. Entras en una fase previa a rendirte pero sin confesártelo abiertamente, con excusas, te vas retirando, dando por concluido lo que no has hecho, acercándote a casa.

Pero una vez dentro, tampoco estás a salvo, el vecino sigue con su bricolaje, su música, te falta la mitad de los ingredientes para lo que querías comer, y ya sin más te rindes, abres una lata, que menos mal que ya no necesitan abrelatas, que si no, un resquicio más para atacar, y te dejas caer en el sillón.

Sólo resta intentar pasar el resto del día como puedas; el día ha ganado. Cierras los ojos intentando acelerarlo durmiendo, pero tampoco funciona: el vecino tiene invitados.

2 comentarios:

  1. Para esos días en los que todo sale mal, al final de esos desastrosos días siempre encuentras a un o una buena amiga con quien tomar un café o una cerveza para olvidarte así del caos del día, desahogarte y ese buen o buena amiga siempre consigue que acabes riendote con alguna anecdota graciosa y se te olvide el cabreo que llevabas encima.

    Luego llegas a casa con la sensación de "que bien me ha sentado el café", caes al sofá y sonries al recordar la ultima anécdota graciosa que te contó, estás tan cansada que te quedas durmiendo en el sofá sin importarte cuantos ruidos pueda haber en casa del vecino.

    Normalmente al día siguiente te levantas con más energía y haces en la mitad del tiempo que tenías previsto todas las cosas que no pudiste hacer el día anterior.
    Así es la vida :)

    Hola Eva, ¿Qué tal? hasta el mismo Polo Norte ha llegado tu blog....

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  2. Hola, cómo me alegra verte por aquí, te podría decir que en días como estos, cuando llamas no hay nadie, los amigos no están en casa o todos comunican, pero no lo hago, porque, y menos mal, no hay tantos días así.
    Muchos besos y tenme al corriente de lo que pasa por ese Polo Norte.

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