sábado, 2 de julio de 2011

Ideas

Cuando investigaba de chica sobre cómo escribir, y me sumergía en las entrevistas a los escritores que admiraba, no había ni uno solo, que respondiendo a la pregunta de cómo consigue usted las ideas, no hablase de llevar siempre papel y lápiz para anotarlas; variaba el tipo de papel y el objeto con que las escribiesen, dependiendo de la personalidad, se usaban libretas pulcras y compradas para cada novela; cuadernos más o menos al gusto; papeles encontrados al azar, destacando las servilletas y posavasos de bares. Eso combinado con bolígrafos propios o prestados, como los mecheros; lápices afilados; plumas usadas solo para ese fin... combinaciones infinitas dentro de sus limitaciones, que reflejaban sin duda, a cada autor.
Es me gustó, pero a pesar de llevar siempre mi propio papel, siempre liso, y boli, siempre negro, no supe su verdadero valor real hasta que no me lancé a mi primera novela.
Y es que es cierto, las ideas que rondan, solo lo hacen una vez: o la guardas, o se te van, son como las moscas, a veces igual de molestas, te zumban y solo se marchan, si con la mano las espantas anotándolas.
Pero lo peor no es eso, sino que creas que las recordarás, y a la hora de la verdad, si no las has atado al papel, no las recuerdas.
Hoy en mi duermevela, me he dicho, ya sé de que hablaré hoy aquí; me dio pereza apuntarla y me dije, es imposible que no la recupere, con que memorice, "muertos y no" ya lo tengo.
Y aquí estoy, solo tengo Muertos y no. Obviamente, he olvidado lo que quería decir, a ver si mañana, esta mosca regresa... porque tiene buena pinta lo que vino a susurrarme.

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