lunes, 26 de julio de 2010

Un pájaro

Hacía calor, todos sentados con los equipajes cerca, cansados, esperando. Arriba un gran reloj al que consultábamos cada poco pero nada. Aún no era la hora. Nos mirábamos con disimulo, algunos con curiosidad cansina, otros con los ojos cerrados bien agarrados a las bolsas y encima, el reloj enorme indiferente a todos y a todo.
Entonces, sin saber de dónde ni cómo, un pajarito recién aprendido a volar, joven, inexperto, apareció por entre los asientos, cantaba y picoteaba las miguitas de una galleta rota de antes por una niña. Era casi onírico verlo ahí, sin árboles ni plantas, rodeado de sillas frías, gente de paso, tiendas asépticas, pero ahí estaba, alegre, confiado y revoloteando, ya que no volando aún, por entre las patas y piernas.
Y no fui la única que lo vio, una mujer mayor lo seguía también y su mirada alegre se vino a chocar contra la mía, divertida, y entre las dos existió, durante unos segundos, una complicidad y una corriente cálida, que nos dio el haber avistado al pajarito joven equivocado. Antes nadie ahí había sonreído, demasiado ocupados en pensamientos y planes; ese pajarillo fuera de contexto, inspiraba ternura, alegría, y seguro que más de una mirada se cruzó, no sólo las nuestras.
Nos despedimos con una sonrisa en los ojos cuando una de las dos se levantó para irse. Por fin el reloj había marcado la hora.

1 comentario:

  1. Hermosa imagen Eva.
    Felicidades por ese retazo de complicidad.
    Un beso

    ResponderEliminar